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Allí se encontraba en su gran navío de la línea, Dmitry Nikolayevich Senyavin. Liderando con firmeza su ahora nueva escuadra de 12 barcos de línea, 2 fragatas y 100 lanchas con furiosos soldados marins ocupando estos lugares, se sentía el sabor de la guerra en el aire. Tomando el timón firmemente con una mano, mientras oía atentamente a su Almirante leer un pergamino del joven Zar ruso. Pues Rusia derrotada en tierra prusiana estaba, pero ante el mar no podía perder. O al menos eso podía decir Senyavin. El mensaje dictaba una orden de ataque a un puerto de los intrépidos, pero debilitados y a la vez decadentes otomanos, quienes habían visto caer a los mamelucos como motas de tierra frente a la escoba en las pirámides de viejo Egipto. Su armada desorganizada era su único gran orgullo, que Senyavin ya había combatido con audacia en los Dardanelos. "Bombardear el puerto de Tielsta", era la orden primigenia. Entonces tomó el hombro de su Almirante para detener su vos, entrelazando miradas a la par. Y le dijo "Mi Almirante, usted de estar tranquilo debe. Está batalla se ganará tan rápido como mi victoria en Atos", dijo con una voz con un tono orgulloso. Entonces respondió el Almirante "Eso creo mi Capitán. Esta nueva escuadra de Sebastopol es reciente. Podremos darle a los otomanos una vuelta de la balanza e invadir Bulgaria para nuestras queridas tropas lideradas por el gran Kutuzov", respondió con alegría y energía de un soldado de corazón a su Capitán.
Nuestro Capitán siguió escuchando la voz de su Almirante, Ivianov, mientras describía en voz alta las ordenanzas del emperador de su patria. Todo un gran plan estaba gestionado para invadir Bulgaria y derrotar a los otomanos con fuego a quema ropa desde tierra y mar, donde Senyavin actuaría con su reluciente e imponente flota. El Príncipe Prozorovski, a la cabeza de un ejército de tropas de Moldavia y Valaquia junto a partes del ejército de Moldavia, con imponentes baterías de artillería y una caballería variada y gloriosa, atacarían desde Moldavia la región de Bulgaria en una serie de ofensivas contra los otomanos, para destruir cualquier posibilidad de ataque de los mismos y obligar a Constantinopla a firmar la rendición. E incluso esperaban refuerzos de Austria, para luego tratar de salvar sus campañas en tierra prusiana mayormente dominada por el águila azul. Para esta invasión contaban con abrir dos frentes, el más teatral y dramático sería el terrestre en Bulgaria, mientras que el más glorioso y medianamente sencillo bombardeo costero y toma de un puerto enorme recién descubierto el mes pasado. Si tomaba Tielsta, entonces podrían enviar a varios refuerzos navales adicionales para actuar en tierra desde el Cáucaso y Crimea, para iniciar un tercer teatro de guerra y el segundo terrestre para conectar con Prozorovski y garantizar la derrota otomana en tierra y mar. Y así tal vez, enviar los ejércitos reunidos después de una gran victoria en tierras búlgaras hacia Prusia y quizás reanimar a Austria para retomar las armas contra la Grande Armée. Pero esos solo eran sueños que debían alcanzarse con la sangre y las balas.
Navegó en climas fríos y de vientos veloces, hasta que la niebla los rodeó debajo de un color estrellado con una reluciente luna menguante. La niebla estaba dividida, dejando una pasarela dónde se podían ver altos muros frente a una costa de arena amarillenta. Allí estaba Tielsta. Su objetivo para determinar la victoria y salvación de la guerra y el honor de Rusia. Con linternas dio la ordenanza de descanso a toda su escuadra con una combinación de luces. Con su catalejo mantuvo el ojo sobre las murallas de los otomanos, para apreciarlas bien antes de fomentar una estrategia teóricamente victoriosa con sus otros capitanes. Los muros eran muy altos, más altos que las que podrían defender a Roma en tiempos de guerra. Pudo apreciar pasillos donde se organizaban las baterías de muchos calibres, distinguiendo algunas secciones de balcones dónde estaba la artillería costera colocada de manera más dispersa. Un total de cuatro pisos contó, incluida la parte más alta de la cual debería cuidarse. Pero había algo raro en los muros. Eran de un color grisáceo reluciente tirando a plateado, en donde se reflejaba la luz y la forma de la luna junto a varios astros. Los cuantos soldados que veía no eran comunes, pues se veían altos y fuertes pero con ropas de Marín y Granadero. Una posición tan importante, pero tan bien ocultada del enemigo, pero Senyavin no se dejaría llevar por la presión. Entonces fue a sentar cabeza a su camarote mientras ejecutaba su plan en su mente.
Vientos fuertes, marea medianamente calmada y baja, cielo pintado de naranja, amarillo y púrpura, y la niebla comenzando a despejarse. El Capitán Senyavin se había levantado temprano para recibir el timón de su Sub capitán de confianza, Velkeski, para conversar sobre la estrategia de combate. Llamó a varios de sus Cabos más honorables para dar el mensaje a sus demás navíos, junto a varios oficiales más para planificar los movimientos dentro y en cubierta de su gran bajel. El Varón de Kozna, un joven, pero fatuo capitán del mar Egeo, era la cabeza de mando de su barco más monstruoso y fornido, el Razrushitel. Aquel monstruo de cuatro baterías de poderoso realce se haría con la parte de mayor costa, la Occidental. Allí la muralla tenía solo tres de los cuatro pisos, con pocas piezas de defensa costera importantes. Con aquel barco irían la mitad de las 50 lanchas de hombres armados, enteramente marins rusos. Algunos recientemente reclutados, otros traídos de mares calmados sin experiencia, pero la mayoría dispuestos a usar sus arcabuces para destruir al enemigo. 1,267 tropas en la costa Occidental derribarían la única puerta de entrada fácil a la fortificación, donde con uñas y sangre tomarían todo el muro para los dominios Egeos del imperio.
Mientras que él liderando su gran escuadra atacarían el centro y Oriente, donde sus fusileros combinados con poderosas andanadas y artillería naval, lograrían diezmar la artillería turca sin que pudieran reanimarse a un contraataque. Cómo había notado a las costas Orientales de la fortaleza más amplias y menos angostas, enviaría allí el resto de sus lanchas, que llevaban el grueso de las tropas navales. Granaderos, fusileros, artilleros de marina, entre otras unidades, liderados por oficiales de costa y de tropa veteranos. Con este plan, se sellará la guerra entre la madre Rusia y los decadentes Otomanos. Pero los muros y su color extraño le hicieron dudar. "No tema mi Capitán, pues aún con murallas tan duras como las olas en una tormenta, lograremos romperlas", le dijo su Almirante a Senyavin, quien recobró los ánimos y se disipó cualquier duda ante su plan. Varios minutos pasaron y el plan estaba hecho. Su navío insignia junto a las fragatas fueron en las primeras de dar a los otomanos una señal de la presencia de la flota rusa. Cañones delanteros del Razrushitel tronaron, impactando las primeras tres balas de hierro fundido contra el mar. Aunque pareciese un mal tiro, era solo el fuego de intimidación.
Al escuchar del tronar de las baterías delanteras, Senyavin y su navío, el Svyatoy Petr, con los Korte y Gromoverzhets como su escudo en su frente y lateral izquierdo. El aire denso se volvió, gritos de órdenes y desconcierto inundaron los interiores de la muralla, mientras los rusos gritaban con ardiente furia. Estruendos en fila se escucharon, eran toda la fila derecha de las baterías del gromoverzhets arremetiendo contra la muralla cercana. Pero ocurrió algo inesperado. Los impactos de bala se deslizaron o rebotaron, solo creando pequeños raspones o manchas de pólvora casi invisibles. Senyavin se mostró asombrado ante la dureza de la pared, pero ello no lo desanimó a seguir. Al menos, no por ahora. En la costa Occidental desembarcaron las lanchas con montones de tropas con las miradas en frente, corrieron por lo largo y ancho de la playa. Varias tomaron posición de fusileros, de dónde accionaban sus armas apuntando a los granaderos otomanos en los balcones de artillería y los primeros dos pasillos más bajos. Algunos cayeron heridos o abatidos, otros alejándose de las piezas de artillería por el miedo de recibir una bala las cuales impactaban como gotas de lluvia. Las primeras bajas enemigas se daban, sin los otomanos habiendo logrado organizar alguna respuesta..
Senyavin ordenó levantar en su mástil una bandera roja, con la cual sus demás barcos arremetieron contra la fortaleza. El ruido de los fusiles fue imperceptible ante los estallidos de los cañones. Pero las paredes parecían igual que siempre. Con pequeños raspones y leves manchas de la pólvora. Las esferas de hierro rebotaban, se partían o se achataban como si solo fueran endeble tierra endurecida. Pero Senyavin seguía dando leña al fuego ardiente de las baterías de sus demás barcos. Mientras en la costa más Oriental, sus soldados se habían hecho con una fuerte posición en únicamente los pocos minutos del desembarco. Carpinteros construyeron barricadas para los fusileros, los artilleros de los morteros descargaban sus cañones rechonchos contra los pasillos, logrando derrumbar completamente una batería otomana. Los granaderos irrumpieron en un pasillo sin puertas que lo mantuvieran sellado. Cerrado, pero muy alargado corredor, de dónde chocaron mosquetes contra los granaderos de mar otomanos. Cada lado cayendo lento como moscas, con el de atrás pisoteando el cadáver del que no tuvo tanta suerte adelante. Mientras el choque de fuego en Oriente proseguía, el choque de arcabuces estaba cerca en Occidente.
Allí estaban los mosqueteros de la playa Occidental, chocando sus bayonetas y disparando sus balines contra una gran puerta de madera oscura. Empujando, rasguñando, golpeando, apuñalando. Entonces el ángel disparado de un cañón impactó contra la gran puerta, derribándola por completo en muchos pedazos. Sus enemigos los recibieron con diluvios de balines y gritos de guerra que salían del alma, pero algo más había. A penas unos segundos iniciada la confrontación, un arma nueva hacia su aparecer frente al grueso ejército ruso. Cómo un cañón se veía, pero en su boca colocada estaba la cabeza de un dragón oscuro abriendo su gran boca, con ojos de tono púrpura de los cuales salían pequeños hilos de humo del mismo color, una armadura de púas y escamas que envolvían toda su forma, con la silueta de un verdadero dragón de cuatro patas. Y de la boca se disparó a la mismísima muerte. Aquella bala de cañón dejaba un camino de fuego morado, mientras intensos patrones de círculos brillantes contenían un poder inimaginable. Atravesó, partió y desintegró los cuerpos de los soldados rusos que intentaron ingresar hacia el interior de la grande sala de bienvenida, finalizando con valientes hombres en milésimas de segundo. Lentamente, se inclinó hacia el suelo, para destruir torsos, luego cinturas, muslos, pantorrillas, tobillos y como cereza del pastel pies, hasta que golpeó la dura arena.
Una gran explosión se manifestó. Las ondas de fuerza rompieron carne y hueso, el fuego violeta convirtió en cenizas a soldados enteros y la fuerza primigenia de absoluta magia los transformó en endebles piedras a los que más cerca se hallaban del proyectil. El fuego se expandió hacia el cielo en un siniestro espiral, mientras Senyavin observaba con horror aquel suceso. Toda su fuerza de Occidente, de ser guerreros hirviendo de ira, a pilas de ceniza, carne, sangre y tela quemada. En sus ojos se pudo ver el terror, sintiendo como su orgullo y gloria se derribaron comoel vaso al borde de la mesa. Sus soldados en Oriente y muchos de sus marines, pensando que la explosión fue solo un cañón que fracasó en su tiro, continuaron el combate de fusilasos y cañonazos. Desvió su atención hacia sus dos fragatas y su nave estrella, apreciando como se iban a toda vela con la cara opuesta a la fortaleza. "¡Volved aquí para luchar!", gritó Senyavin al Capitán del barco. El Varón giró su cabeza para chocar miradas, con la cual este proclamó con sus palabras que no perdería a su nave después de ver aquella demostración de poder. Senyavin se sintió confuso sin tener las nuevas órdenes a la mano. Su Teniente llegó corriendo hasta él para informarle de la situación, la cual era grave. "Nuestros granaderos estar perdiendo el pasillo que intentamos tomar, los fusileros se están quedando con pocos tiros… la artillería otomana cada vez toma más fuerza y están arremetiendo contra nuestros barcos…"
"Ordenadles subir a los barcos de nuevo, estamos en un severo aprieto. Los otomanos tienen armas que nosotros nunca hemos visto, este sitio está completamente per-" Entonces fue cuando la tragedia ocurrió otra vez. De lo más alto, un cañón con la boca de un glorioso león dorado, con toques de armadura espartanos proclamaría la atención de la batalla. Cuando impactó la bala de energías púrpuras, una gran explosión dejó sordo a todos los combatientes. Gromoverzhets totalmente destruido. De un glorioso barco a una carcasa quemada flotando, sus marines borrados de la existencia en una gloriosa detonación de magia y pólvora, sus armas metálicas fundidas como si fueran ahora unos con el agua. En la costa de Oriente no había quien sufriendo esté, con una extremidad menos, quemaduras hechas por las fuerzas del mismísimo infierno, ahora no era simple ceniza, era sangre, gritos, llanto, sufrimiento y dolor. Disciplinados hombres ahora transformados en pobres animales heridos y traumatizados. Huían al mar para salvarse, pero los turcos salían a la playa para fusilarlos uno por uno, acabando con sus vidas sin dar una sola batalla.
El fuego de la artillería turca retomaba fuerza, ahora las balas caían desde el cielo a los armazones y cubiertas de cada barco liderado por Senyavin, junto al ahora impactante fuego de mosquete de los granadiers otomanos que se posicionaron en las costas Oriental y Occidental. Marineros caían o morían, con extremidades perdidas, perforaciones de balas, sin cabeza, con heridas causadas por las astillas, poco a poco la carnicería se hacía más perturbadora e insoportable. Gritos de terror inundaban a los oficiales de cubierta. Los capitanes de los barcos comenzaron a dar la vuelta, para salvar sus barcos, ahora como coladores flotantes. Senyavin ordenó a todos sus oficiales a gritos y con adrenalina "¡Ordenar la huida, Tielsta está pérdida!", y así fue. Oficiales gritaban desde los bordes de la cubierta a toda fuerza "¡Retirada, retirada!". Los capitanes de barco caso hicieron, comenzando a girar sus naves e ir a toda vela para escapar. Perseguidos no por barcos, sino por el fuego de los cañones más altos, las bajas continuaron incluso en la huida. Muchos oficiales cayeron en la escapada, incontables marineros murieron por desangrado e infecciones, todos los cascos junto a las troneras perforadas se hallan, mástiles caídos o arrastrados por sogas, la moral que ahora era penuria y tristeza. Pues Senyavin ese día aprendió, que lo extraordinario si existía.